Los herederos del hombre que dejó una huella en la platería tradicional y en su pueblo

Hace cuatro años, San Antonio de Areco fue reconocida por ley nacional como “Capital Nacional de la Tradición”. Si bien la principal actividad económica es la agropecuaria, en cada rincón de la ciudad hay un pedazo de historia gauchesca representada en los artesanos arequeros que de generación en generación transmiten su oficio.

Cuna de peñas y jinetedas, a museos emblemáticos como el Ricardo Güiraldes, la Usina Vieja y Las Lilas, se suma el Museo y Taller de Platería Draghi, donde se expone una colección de piezas de orfebrería rural del siglo XIX. En Areco reconocen a Juan José Draghi como el refundador de la platería tradicional: su meta fue rescatar durante los años 60 la tradición criolla. Y lo logró.

Cuando era joven, Draghi abrió una joyería junto a su hermana en Areco. Eso le hizo descubrir su amor por las artesanías y se aventuró no solo a venderlas sino también a realizarlas. Empezó a interesarse por el oficio y descubrió que en ese momento había un curso por correspondencia para hobbistas.

Afrontó ese desafío junto a su hijos, Juan Patricio y Mariano, que siendo muy pequeños observaban trabajar a su padre largas horas en el taller. Draghi murió a principios de 2008 y ellos continuaron la tradición artesanal familiar.

Juan Patricio recuerda la historia de cada pieza que realizó, desde las primeras que confeccionó junto a su padre hasta las últimas que realiza hoy en su taller. Antes, en 1997, y al igual que su hermano Mariano, viajó a Florencia, Italia, para perfeccionarse.

“Me considero un artesano: me gusta transformar cualquier tipo de material en una obra”, afirmó Juan Patricio. Anillos, aros, hebillas, mates, estribos: todos los objetos que elabora tienen su impronta.

Sus piezas se venden a coleccionistas y también realiza pedidos especiales. Hoy trabaja junto a Agustín Cobos y a su hijo Gerónimo, de 17 años. “De chiquito ya estaba acá, metido en el taller”, explicó.

Así recuerda Mariano, de 43 años, a su padre. “Fue un autodidacta. No sólo desarrolló habilidad en el oficio: creó su propio estilo e hizo de su taller una escuela donde trató de formar no solo artesanos sino también hombres de bien”.

También rememora cuando comenzó a trabajar con él a los 9 años “no por amor al oficio, sino porque disfrutaba estando a su lado”. Años después estudió en Italia y regresó en 2001 para seguir la tradición familiar. “Doy lo mejor que tengo en cada objeto. Intento generar un vínculo afectivo con el cliente que trascienda a la obra”, explicó.

Y agregó, “mi padre creó su propio estilo que después fue imitado por otros: lo extendió a los demás, lo compartió”. Actualmente el menor de los hermanos trabaja en el Museo Draghi, en un taller de la antigua casa de estilo neoclásico italiano frente a la Plaza Ruiz de Arellano.

Otro aprendiz

Juan José Draghi no solo inspiró a sus dos hijos, sino también a Gustavo “El Chavo” Stagnaro, que según recuerda era un adolescente cuando vio una exposición del artista en el salón municipal. “Un platero llamado Horacio Bertero me dio las primeras herramientas y el empujón en un momento en que yo no daba con nada. No había una escuela: aprendí haciendo macanas”, afirmó Stagnaro, de 66 años.

Gustavo “El Chavo” Stagnaro

Según contó a LA NACION, el trabajo de un platero demanda muchas horas. “Uno ve las obras en una vitrina y no conoce los entretelones de un taller. Es mucho tiempo cortando, calando, fundiendo y puliendo. Empecé con mucho sacrificio”, expresó.

Hoy tiene su taller y negocio donde expone y vende sus objetos. “Con mi trabajo compré una casa que fue una de las cosas más lindas que hice en mi vida, en un pueblo como Areco que es maravilloso: lo tiene todo”, afirmó.

Su trabajo requiere de precisión y mucha paciencia: suele estar horas en el taller con la única compañía de la música: jazz, folclore y la guitarra de Eduardo Falú o Gustavo Leguizamón. Por ejemplo, las espuelas nazarenas le demandan más de un mes de trabajo como así también la rastras de plata y oro con motivos celtas.

Stagnaro aclaró que trabaja horas, días y hasta meses en algunas obras. “Tengo encargos y pedidos especiales, y después recibo turistas que vienen a comprar al negocio como norteamericanos y franceses”, contó. Como una semilla, Draghi inspiró a muchos: hoy hay decenas en Areco. Gran parte de ellos mantienen un oficio que él diseminó.

Por: Josefina Pagani Fuente: La Nación

Nota Anterior

Relevamiento de la Agencia Municipal de Transporte sobre el tránsito arequero

Siguiente Nota

Elecciones de autoridades en la CEOSP: La lista blanca de Guillermo Gaynor ganó por 49 votos