El senador Francisco Durañona recordó a Roberto Lennon en su partida física

La partida física de Roberto Lennon me generó una doble sensación. Por un lado, como vecino de San Antonio de Areco y amigo de Roberto, la necesidad de compartir unas líneas para destacar lo que considero un completo representante de la cultura y valores del gaucho de la Patria y de nuestro Pago. Por el otro, la obligación de hacer público, como reconocimiento hacia Roberto y su familia, de lo extraordinario de sus gestos de amistad y hospitalidad para conmigo.

Por lo primero, Roberto Lennon despertó mis nostalgias, experiencias y percepciones sobre la representación más acabada del gaucho Argentino. Sus valores y carencias, expresadas a flor de piel con la sencillez y desprendimiento del hombre pampeano, lo hacía exquisito. La formidable sensibilidad intelectual para compartir largas y profundas charlas sobre la vida y el ser, la historia y la poesía, la música y la gauchesca, política, filosofía y religión, pasando sin intervalos a cuestiones de la vida cotidiana relacionadas con el guiso y el vino de la jornada, los dolores de espalda por la postración y los goles del Domingo, hacían de habitaciones oscuras bellísimos arco iris.

Cada segundo de encuentro con Roberto se convierten en personajes, palabras, renglones y párrafos entremezclados de Güiraldes, Borges y Arlt: los colores, los olores, los sonidos, las penurias, las culpas, la tierra, el acero y el cuero. El caballo. La locura. Todo ese mundo se ofrecía de manera abrumadora ante la gran humanidad física y espiritual de Roberto.

Pero lo que me generó gran afecto y cariño especial, una deuda de honor impagable, una marca inscripta a fuego en mi corazón, fue la manera en que Roberto me abrazó, aceptó y defendió, frente a cualquier circunstancia y de ser necesario hasta al límite de ejercer violencia física frente a propios y extraños, sin jamás permitirse ni permitir poner por delante las obvias diferencias ideológicas o de pertenencia política que pudieran separarnos, como obstáculo para seguir disfrutando y consolidando nuestra amistad. Sin complejos ni ocultamientos. A cara descubierta y de puro corajudo y seguramente provocador. Salud, Don Segundo!

Ricardo escribió como nadie en clave romántica y poética el significado de la hospitalidad. Roberto Lennon, conmigo, lo hizo carne en los pocos años que tuvimos para conocernos. Quizás, con esos gestos en los últimos años de vida, pensó poder compensar miserias y errores que -salud, Fierro- llevamos los humanos cargando como aperos en brazos tras desensillar luego de larga cabalgata bajo la lluvia. Que así sea, Dios misericordioso. Que así sea.

Conocer a ese gaucho ha sido la confirmación del inmenso volúmen cultural de la tradición pampeana. Que el cielo te reciba con fogones, cifras y tonadas, al grito de arriba los vidrios, con gauchos y paisanas, héroes de Obligado, bailando un Pericón.

Senador Francisco Durañona

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